Por Ricardo Valseca / ESPECIAL Corría el año de 1994, ¿el escenario? los Juegos Panamericanos de Costa Rica; donde una joven Carmen se ganó la medalla de plata en lo que sería un debut de ensueño, «me hubiera encantado que hubiera sido un oro para escuchar el himno nacional, pero la verdad es que se siente bastante reconfortante porque es un premio a tu trabajo, a tu esfuerzo, se siente muy bien”. Seleccionada nacional durante 10 años, medallista en campeonatos mundiales, juegos centroamericanos, panamericanos y abiertos alrededor del mundo, Carmen Morales nos comparte su pasión por el taekwondo y el camino de esfuerzo y sacrificio que significa ser una atleta de alto rendimiento. «Empecé desde los 9 años en un centro social en la colonia donde vivo; fui por casualidad, nadie me llevó, solo dijeron que en el centro social estaban dando clases de karate; y ya de ahí seguí entrenando. Pasados tres años de entrenamiento, mi profesor comenzó a prestarme mucha atención y me empezó a guiar más a la parte competitiva, de hecho, con él gané mi primer campeonato nacional”, relata Carmen con nostalgia. Para lograr el triunfo primero hay que conocer la derrota que nos hace fuertes, nos motiva, nos inspira o bien, nos hace abandonar, pero Carmen es un espíritu indomable, de esos que se crecen ante la adversidad, “mi primer combate fue una derrota muy dura, fui a un torneo de cinta blanca, no tenía idea de lo que tenía que hacer, me dieron como 25 patadas en la cara, no lloré, pero me fue muy mal. De ahí comencé a entender un poco más cómo funcionaba. De hecho, después las mamás venían y me decían: no le pegues a mis hijos”, nos comparte con una risa picara y de cierta satisfacción. Es por ello que Carmen les da un significado diferente a las derrotas, para ella son enseñanzas, oportunidades para mejorar, para perseverar y hacerlo mejor cada vez, en el deporte y en la vida, porque el Taekwondo, en palabras de Carmen, es también una filosofía y un estilo de vida. “Es difícil que un practicante de artes marciales o de un deporte formativo se rinda; entonces no te rindes ni en el deporte, ni en el trabajo, nunca te conformas, siempre estás luchando por estar adelante”. Cada periodo de preparación para competencia es un camino de resistencia, de demostrar de lo que eres capaz, así, el entrenamiento se convierte es el principal reto. “Hablando de un panamericano, te puedo decir que fue un año de preparación, tres entrenamientos diarios durante un año, estamos hablando de siete horas diarias. Entrenábamos a las 7 am, a las 11 am y a las 4 pm y a veces un entrenamiento extra en la noche”. La pasión y la entrega de Carmen la llevaron a romper esquemas y a abrir caminos para que las mujeres puedan tener más participación en el deporte, “todas las mujeres somos super capaces, sí, hay que luchar porque no está fácil, pero somos una prueba de que sí se puede. Ahora, por lo menos en Taekwondo, las mujeres están ganando más títulos que los hombres. No es que estemos contra los hombres o compitamos contra ellos, pero sí tenemos más resultados, más medallas y siento que si faltan oportunidades, pero debemos trabajar por ellas. Sencillamente que sea lo justo, que cada quien tenga por lo que trabaja, que haya equidad”. La entrega de Carmen a su deporte la llevó a convertirse en formadora de jóvenes deportistas que desean aprender el arte y la filosofía del taekwondo, y es que si alguien puede entender bien los inicios y desafíos que enfrenta un pequeño al comenzar en los caminos del entrenamiento de esta disciplina es ella. Ese segundo lugar en su debut le dejó una “espinita” la que la ha motivado a compartir sus conocimientos con las nuevas generaciones debido a que, con tanto palmarés en su vida, se quedó con las ganas de ir a unos Juegos Olímpicos, “me hubiera encantado, pero me gustaría que mis alumnos pudieran ir, sería algo maravilloso, podría retirarme en ese momento del Taekwondo”, relata con una alegría que se puede ver en sus ojos. “Así como fui competidora y tuve muchos logros, ahora me gustaría que muchos de mis alumnos experimentaran esa parte de ganar medallas, de ser seleccionados, de ser campeones, es mi mayor motivación”. La principal lección que busca imprimir en sus alumnos es luchar por superar los retos, aunque ello signifique enfrentarse al dolor para seguir avanzando. “Romper la tabla es un desafío, a los chiquitos les duele y se les abre su manita o su pie. Es un reto y siento que a los niños les da mucha seguridad, entonces tienes que animarlos a qué lo intenten”. En su trayectoria como maestra del taekwondo, Carmen ha logrado ganarse el respeto, no solo de los alumnos, sino de todos aquellos que a su alrededor observan su trabajo y resultados obtenidos. Con un “espíritu indomable”, los pies puestos en la tierra y muchos sueños por cumplir con sus alumnos, Carmen Morales se refrenda como una deportista compartida, agradecida por lo que le ha dado el taekwondo y dispuesta a seguir siendo un impulso para las nuevas generaciones.