Por Ricardo Valseca / ESPECIAL
Las carreras en maratones y en tránsito ya han sido conquistadas por Ariel Ortega Álvarez, por lo que ahora busca alcanzar nuevos retos, como la montaña, donde el terreno se vuelve algo difícil de sortear, “ya que es irregular y nunca es el mismo”. Sin embargo, esto no detiene a nuestro Titán de las montañas pues: “el límite se lo pone uno, si uno quiere correr, caminar, si uno quiere estudiar, hacer dinero, uno tiene que esforzarse todos los días y no es de un día o una semana, es algo constante, es, como le digo yo, mi novia constancia”, nos dice.
Ariel incursionó en el cerro por el reto de superarse, de saber de qué es capaz: “corrí mi primer maratón en el 86, afortunadamente la carrera para ciegos ha ido evolucionando”, nos relata al hacernos un breve resumen de los cambios que este deporte ha ido viviendo. “Llegué a correr agarrado del brazo de mi guía, posteriormente lo agarrábamos de la playera, luego amarraban un lazo en la cintura de nosotros, lo último fue el lazo teter, que va en la mano izquierda del guía y derecha del corredor invidente, logrando una sincronía perfecta que nos permite correr sin jalones”, explica.
Los guías de estos atletas se vuelven más que eso, se vuelven amigos, familia, entre ambos se construye un lazo de confianza total donde “uno le da la vida, literalmente”. Sin embargo, los desafíos van más allá de las condiciones del terreno, piedras o ríos; cuando el temor llega a nuestro corredor todo puede cambiar: “hay miedo en algunos terrenos, estamos atados a un bastón, a un lazo, tenemos una limitante, no ver”, pero en la montaña todo cambia… Ariel se siente libre.
Ariel perdió la vista a los 15 años, lo que le dejó un “trauma muy fuerte que no es fácil de superar”, recuerda, pero al llegar a la escuela nacional para ciegos, “yo vi que todos los compañeros ciegos corrían, jugaban futbol, salían, tenían novia, hacían todo normal”. Fue en ese momento cuando nuestro atleta entendió que las limitantes solo existen en la cabeza.
Hoy, los sueños siguen siendo una lucha diaria. Ariel se prepara para correr 100 km en la cierra Mije, con arduo entrenamiento de 30-35 km, subiendo y bajando las veredas de la montaña, intercalándolo con repeticiones de velocidad. Sin embargo, la parte mental: el carácter, es algo que se forja en cada entrenamiento donde está el verdadero reto pues, “la competencia sólo es la cerecita del pastel”, dice.