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“10 AÑOS EN EL BOX Y ESO NO ERA VIDA”; “SPEEDY” VÁZQUEZ, UN CAMPEÓN FAMILIAR

Por Ricardo Valseca / ESPECIAL

“Fue por casualidad, a mi hermano le gustaba mucho el box y cada sábado lo veía; en una de esas peleas un puertorriqueño le ganó a un mexicano, lo noqueó y le puso el pie encima. Eso me dio coraje y dije: si yo fuera boxeador y me tocara un puertorriqueño si le rompo su madre”, nos cuenta Speedy con una carcajada.

Con un récord de 52 peleas, 32 victorias, 14 por KO, 18 derrotas y 2 empates, el boxeador Ladislao Vázquez, mejor conocido como “Speedy” Vázquez, narra en esta entrevista exclusiva para TitanSports, parte de su trayectoria en el boxeo, pero en especial nos comparte su perspectiva de familia, disciplina y filosofía de vida ante el retiro de un deporte lleno de victorias y aprendizaje, pero no muchos recursos económicos.

“Ya tenía 19 años en el boxeo y dije que si perdía la pelea me retiraba, me enfrenté contra Cecilio Santos y al final dieron empate. Fui a la comisión de box a revisión y el doctor Horacio Ramírez Mercado me dijo: ya tienes muchos años dentro del boxeo; me hizo ver mi realidad y me hizo preguntas, que si tenía hijos, que si iban a la escuela, sobre mi familia, si hacia algo más”, comentó el pugilista retirado.

“Y me dijo: ahorita tú estas bien, ¿para qué esperas a estar mal?, mejor decide retirarte, lo que hiciste lo hiciste y lo que no, lo harás más despacio, pero lo vas a hacer. Fueron palabras sabias que hoy le agradezco al doctor; también mi mánager me animó a retirarme y eso fue lo que me llevó a hacerlo”, añadió “Speedy”.

La decisión del campeón no fue tan complicada, pues Ladislao es un hombre sencillo, reflexivo; en sus tiempos de introspección ha tomado los caminos que han marcado el rumbo de su vida para él y su familia. “Recordando las palabras de mi entrenador y el doctor, no fue algo difícil para mí, al contrario, estoy agradecido con Dios y la vida porque le he podido servir a mi familia”, señaló con una alegría que se podía notar en sus ojos.

“A los 10 años de ser boxeador tuve una plática conmigo mismo, ya me empezaban a doler los codos, los hombros, las rodillas y me pregunté: ¿qué has hecho? La verdad yo rentaba un cuartito de láminas, cuando llovía se escurría todo, compartíamos baño con todos, ya tenía a mis dos niñas, mi esposa y eso no era vida. Entonces me propuse disputar el campeonato del mundo, y me di cuenta de que los pensamientos, las palabras, los sentimientos, te llevan a ser lo que quieres ser.”

Y claro que Speedy sabe lo que dice, su vida deportiva estuvo llena de disciplina y trabajo, los sacrificios que el peleador realizó le permitieron avanzar en un deporte en el que incursionó, como él lo declara, por casualidad.

 

“Yo le dije a mi hermano que quería probarme en el box. Mi hermano me dijo que el boxeo es para valientes, para fuertes, para gente que aguanta los golpes y pues yo quería probarme. Entonces me llevó con Don Arturo “El Cuyo” Hernández y con el comencé parte de mi carrera”, nos relata Ladislao.

Y añade, “era consciente, sabía que cada que subía al ring me jugaba la vida, por eso me preparaba, uno debe quererse, amarse, para tener la disciplina que se requiere dentro del boxeo, porque aquí, sino hay disciplina no hay nada”.

Ver entrenar al Campeón de Peso Súper Mosca WBC 2001, nos demuestra la disciplina de la que habla, sin embargo, en sus manos se observa la fuerza de su talento, el ritmo y “pegada” de Ladislao que en la actualidad sobresale de la media, entonces surge la pregunta obligada ¿se requiere talento o disciplina para ser un gran boxeador?

“Mitad y mitad, porque yo vengo de un pueblo donde terminé la secundaria a panzazo, vine a la ciudad con una mentalidad muy baja y me costó mucho salir de ese lapso, pero al final creo que lo he logrado”.

“Sin esfuerzo no se hace nada, sin diciplina no se hace nada, sin sueños claros tampoco se hace nada. Yo le digo a los papás que a los niños hay que saberlos guiar para que sepan soñar en grande. Yo no tuve esa oportunidad, lo aprendí de grande, pero si un pequeño ya lleva un pensamiento de disciplina va a llegar y lo va a hacer”, nos comparte.

Recordar los triunfos lo llenan de felicidad, pero Ladislao también tiene muy presente la sensación de la derrota, no con sabor amargo, sino de aprendizaje. “Las derrotas a veces te desaniman, te bajan la autoestima, pero ahí es donde, como dicen, el triunfador es el que se cae dos veces y se levanta tres veces”. 

“Hay un dicho “vencer al contrario requiere inteligencia, pero para vencerse a sí mismo se requiere sabiduría”, y hay que vencerse a sí mismo para no ir a fiestas, no desvelarse, tener buena alimentación. Todos esos aspectos cuestan, pero cuando lo haces con gusto es un placer hacerlo”, nos cuenta con determinación en los ojos.

Y ese aprendizaje lo ha formado como un maestro innato. Su carácter afable, sus orígenes sencillos y su trayectoria de vida, han construido en Vázquez la didáctica perfecta para atender a todos aquellos alumnos que quieren aprender; así que Japón abrió sus puertas para que diera clases, pero su apego familiar lo regresaría a la Ciudad de México.

“Estuve un tiempo dando clases en Japón, pero me puse a pensar: yo me voy ¿y mi familia qué? yo lo mencioné con la persona que me contrató, le hablé de mi familia y pues ya, lo entendieron muy bien por su cultura. Yo creo que lo que hice, lo hice bien. Ganó mi pupilo el campeonato, los chavos que yo atendí todos ganaron, por eso tenía las puertas abiertas en Japón”.

Desgraciadamente hay una diferencia entre un japonés y un mexicano, pues el campeón nos comparte que los nipones asimilaba y absorben muy bien el conocimiento, “yo les decía algo, sin hablar japonés, y al otro día eran otros boxeadores. Aquí no sé qué nos pasa que a veces estamos dale y dale y no absorben el conocimiento”.

Y aunque en sus planes ya la docencia no estaba contemplada, la vida lo llevaría a seguir preparando discípulos. “Yo no pensaba dar clases, pero aquí trabajando en el negocio (refiriéndose a su actual taller de reparación de bicicletas en la alcaldía de Iztacalco) me empezaron a llegar chavillos, conocidos, amigos que me pedían que les diera clases. Yo ya estaba harto del boxeo, pero ante la insistencia acepté; empezamos, pero no tenía espacio, por eso empezamos a sacar las bicicletas, pero la gente se me empezó a juntar y ya no cabíamos”, señala Ladislao.

Así que, actualmente, “Speedy” Vázquez, en su gimnasio ubicado en la parte superior de su taller, prepara jóvenes, niños, mujeres y toda clase de personas que buscan aprender el difícil oficio del boxeo o que desean cuidar su salud y condición física mediante sus entrenamientos exigentes, arduos, formadores de carácter y disciplina. 

“Todo es paciencia, yo estuve a punto de retirarme como cinco veces antes de ser profesional, boxeando me cortaron el pómulo, en otra ocasión me lastimaron la nariz, son momentos difíciles para una persona que apenas va subiendo y pues lo haces con heridas, todavía no soy profesional y ya tengo heridas, la verdad si da el bajón, pero vuelve uno a retomar el camino. Ahora la vida la veo más suave, más interesante, con más placer en todo lo que hago”, finaliza el hombre que hizo de la sabiduría su mayor fortaleza.

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