Por Ricardo Valseca / 18-09-22
Las acusaciones de trampa en el ajedrez no son cosa nueva y han manchado a este deporte mental de forma recurrente en su historia. En 1972, el estadounidense Bobby Fischer y el soviético Boris Spassky, se acusaron mutuamente de comportamientos ilegales, examinando las sillas, la iluminación e incluso el aire de la sala. Otro caso fue el de Gaioz Nigalidze, de Georgia, quien fue acusado en 2015 debido a sus visitas excesivas al baño.
Actualmente, después de16 años, el ajedrez profesional se ve envuelto en un gran escándalo por victorias de forma ilegal. Todo esto comenzó cuando el campeón del mundo de ajedrez, Magnus Carlsen, desencadenó una serie de sospechas al acusar a uno de sus rivales, Hans Niemann, de 19 años, 43º jugador mundial, de haber hecho trampas durante una partida, en el Club de San Luis.
Después de esta acusación, la organización del Club de San Luis decidió atrasar 15 minutos la difusión de las partidas e hizo un examen a los jugadores con un escáner de radiofrecuencia para corroborar que nadie estuviera usando algún microchip. Pero la situación no quedó ahí pues Chess.com, plataforma mundial de ajedrez en línea, prohibió la cuenta de Niemann tras el incidente y el famoso jugador estadounidense de Twitch, Hikaru Nakamura, acusó a Niemann de hacer trampas, aunque al día de hoy no hay pruebas de ello y las especulaciones corren rampante en internet, llegando a niveles muy “creativos”.
Históricamente, en competencias, el principal medio para hacer trampas ha sido tener una ayuda desde el público y establecer una estrategia de comunicación. Pero con los avances tecnológicos las posibilidades de trampa se han multiplicado
Ante las acusaciones, Niemann se declara inocente, “Sé que soy limpio, si quieren que me desvista completamente lo haré, me da igual”. Sin embargo, los resultados no lo han acompañado pues terminó séptimo de nueve, partiendo con la clasificación mundial más baja, consiguiendo solo una victoria, con dos derrotas y cinco empates.