Por Yadier Andrade / ESPECIAL
Hablar de Muhammad Ali es hablar del que muchos consideran el mejor boxeador del siglo 20, pero además, es hablar de una gran persona, carismático, lleno de frases, con una autoestima siempre por las nubes, alguien siempre positivo y un gran ser humano.
Nació el 17 de enero de 1942 como Cassius Marcellus Clay Jr; y vivió en una casa modesta con su familia en un barrio de clase media, en donde además todos eran del mismo color, por lo que él y su familia no sentían tanto la separación de las personas por motivo al color de su piel.
Cassius Clay pasa a ser Muhammad Alí
La leyenda de este mítico pugilista oriundo de Louisville, Kentucky, se inició al conseguir la medalla de Oro en las Olimpíadas de Roma, en 1960, en la categoría de los semipesados.
Ganó su primer título mundial pesado en 1964, ante el gran Sonny Liston con un nocaut y le arrebató el título mundial de la máxima categoría. Apenas terminado el combate, se exhibió tomando un helado con Malcolm X, el líder de la Nación del Islam, una Organización de la Unidad Afro-Americana de un movimiento laico de tendencia socialista, y, la mañana siguiente, Cassius Clay se convirtió en Muhammad Alí y anunció así al mundo que abrazaba la fe musulmana y continuando su lucha por los derechos de la comunidad afroamericana al lado de personajes como Martin Luther King.
Su postura de oposición lo mando tras las rejas
Para el año de 1967, se negó a enlistarse en las filas del ejército estadounidense para combatir en la guerra de Vietnam, lo que lo llevó a ser considerado un rebelde dentro y fuera del ring. Esta negativa de ir a la guerra le significó perder las dos coronas que en ese momento ostentaba, además de que fue sentenciado a 5 años en prisión y le retiraron su licencia de boxeador.
Debido a esto, pudimos ver cómo un personaje como Muhammad fue capaz de dividir a la sociedad estadounidense de aquellos años; un sector de la población lo tildó de antipatriota y traidor, otros lo alabaron por su determinación y su valor ante el sistema.
De esta manera, con el medallista de oro en Roma 1960 tras las rejas, la sociedad estadounidense empezó a realizar protestas en contra del conflicto bélico. Así mismo, la postura de Ali empezó a ser aceptada para dar paso al nacimiento de un ídolo más allá del deporte gracias a su poder de convocatoria con toda una generación.
Regreso triunfal
Tras una ausencia de tres años y cinco meses, un juez consideró la sanción “arbitraria e irrazonable”, con lo que el mítico Muhammad Alí regresó más fuerte que nunca para regalarle a los amantes de los puños una etapa dorada para la división de los pesados.
Al volver al ring recuperó su título al vencer en 1974 a George Foreman, en un combate que se celebró en Kinshasa (República del Zaire) ahora llamada República Democrática del Congo, organizado propagandísticamente por el presidente Mobutu Sese Seko para reafirmar su régimen.
La trilogía con Joe Frazier o los épicos combates contra Oscar Bonavena, George Foreman, Ken Norton, Chuck Wepner, Leon Spinks y un joven Larry Holmes elevaron aún más al “campeón del pueblo” quien ya era un ídolo popular para este momento. Así, cerró su trayectoria con marca de 56 combates ganados (37 por la vía del cloroformo), 5 perdidas (1 por nocaut) y cero empates.
Últimos rounds
El 12 de diciembre de 1981 disputó su último combate, en el que fue derrotado y desposeído definitivamente del título mundial de los pesos pesados por Trevor Berbick. Y con ello, luego de poco más de 20 años de carrera profesional se retiró padeciendo la enfermedad de Parkinson, situación que lo fue apagando lentamente.
Muhammad Alí siempre aprovechó su influencia mediática para defender a las minorías; en particular a los lastimados por los conflictos raciales en el mundo. Sus conceptos fueron tan potentes como sus puños. Arremetió contra la política y la esclavitud e incluso tuvo encuentros con los líderes Fidel Castro y Nelson Mandela, por quienes sentía una profunda admiración.
Antecedentes que dejaron marca
Encendió el pebetero de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 y el avance de la enfermedad era evidente. El mal de Parkinson lo aquejaría durante tres décadas. Durante ese tiempo, Muhammad se dedicó a crear conciencia sobre la enfermedad que, para ese tiempo, no era tan conocida.
Uno de los actos más grandes de amor que Alí tuviera por la humanidad, sucedió en 1997, cuando junto con el filántropo Jimmy Walker y el médico Abraham Liberman, fundaron el Muhammad Ali Parkinson Center.
La fundación con sede en Arizona no hace distinciones étnicas ni raciales para atender. De hecho, existen programas integrales de servicios en español, dada la comunidad hispana que radica en Estados Unidos. La condición socioeconómica tampoco es una limitante para atender a los pacientes.
Muhammad Ali, el pugilista, el activista que noqueaba por igual, falleció el 4 de junio del 2016, a los 74 años de edad por problemas respiratorios.
Entre sus numerosos reconocimientos se encuentran la Medalla Presidencial de la libertad, el ingreso al Salón Internacional de la Fama del Boxeo y el título del Rey del boxeo y deportista del siglo 19.
Nosotros lo recordaremos siempre por su gran carisma, estilo de boxeo y facilidad para inventar frases, entre las más populares se encuentran:
“Dispararles, ¿por qué? Nunca me llamaron negro, nunca me lincharon, no me atacaron sus perros, no me robaron mi nacionalidad, no violaron ni mataron a mis padres. ¿Cómo puedo disparar a esa pobre gente? Simplemente llévenme a la cárcel”, declaró.
“Cassius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí, no lo quería. Yo soy Muhammad Ali, un hombre libre”
“Si tus sueños no te asustan, es que no son lo suficientemente grandes”.
“Al golf también soy el mejor. El problema es que todavía no he jugado”